Cuando llegues levantarás una mascara con dos caras, que usarás con puntual exactitud. Las lágrimas para mis deudos y las risas para tus amigos.
Previamente te habrás asustado y llegarás entre brillos de latas flexionando en tu capacidad lo frágil de lo efímero. Tu acercamiento a mi obituario será pensando en que lo único certero es el paso que nos convierte en cuerpos y tu ego te aplaudirá por lo diestro de tu filosofía, sin darte cuenta que muchas veces nos convertimos en lo mismo mientras parpadeamos.
Mientras tanto esperaré y antes habré hecho todo lo posible para esbozar una sonrisa que devele incertidumbre para leerse según antojos de cada desconocido.
Tomarás café, quizás le agregues whisky. Habré dejado algunos escritos y fotos que en realidad nadie vió.
Cuando te encuentres con conocidos comentarás la situación, citarás algún poeta para dejar de pensarte en mi lugar y pronto estarás riendo mientras recuerdes algún momento que probablemente compartimos. Anécdota que retocarás para guardar tus vergüenzas.
Algunos dirán que mis hábitos me pasaron por encima. Otros dirán que fue un paso en vano. Susurrarán enjuiciando mi falta de criterio. O lamentarán mi juventud.
No importa en realidad lo que digan, en ese último acto pretensioso de poesía. No todo es una elegante performance mis amigos, pero desayunamos histeria de plumas asomada entre palabras. Inventamos guiones de elites mientras levantamos muros de seguridad respaldada en talentos ombliguistas con lenguas ampolladas para hacerse especial. Y haciendo caso a este eterno escenario, deambulamos entre otros queriendo ser todos al mismo tiempo.
Y en este último acto seré yo quien escape. Te invitaré a un vernisage para celebrarlo, mientras como carroñeros urgarán mis días al tiempo que descubren entre bordes de copas que en realidad nada era como creías y que sólo viste lo que querías ver.
Salud.
